Recuerdo haber conocido una experiencia turística notable por
el año 2001, en México. En aquel momento, me parecieron algo adelantados para
la época. Xel-Ha, Xacaret e Isla Mujeres, tenían un
modelo de turismo sustentable que sorprendía en diferentes aspectos. El primero,
sin duda se trataba de un lugar bellísimo, muy bien pensado, que despertaba los
sentidos y sentías el privilegio de vivir una experiencia motivadora, un
especio de regocijo, de libertad, y hasta de algo que no encontramos en la
cotidianidad de nuestras experiencias, esto era lo nuevo. Pero, lo que se hacía
visible una vez que te rendías ante tan sublime experiencia, era el modelo de
turismo sustentable que habían desarrollado. Ahí estaban, los antiguos
pescadores artesanales, de la costa de Cancún, trabajando en las más diversas
áreas del proyecto, para las cuales se habían capacitado, luego sus esposas se
habían unido al regocijo de trabajar en un proyecto que era también familiar.
Respetando el medio ambiente, siendo sustentables. Sin duda, mirándolo con
perspectiva histórica, emprendieron una forma de hacer turismo que siguen
despertando la admiración y marcando un modo de enfrentar esta actividad
productiva como una experiencia de integración total, en el más amplio sentido
de esta expresión.
El turismo, como actividad de desarrollo humano, se ha constituido,
en un pilar real de crecimiento económico para los países en desarrollo. Y
asumiendo esa tendencia y posición a nivel global, cabe volver a refrescar la
experiencia y el modelo que vi de un modo más experiencial, hace más de 13 años
en la Riviera Maya.
En esta perspectiva, cabe recordar que el concepto de Desarrollo
Sostenible, supone el criterio de moderación en la utilización de los recursos
naturales, el respeto por el medio ambiente, supone resguardar una distribución
que tienda a la equidad de las rentas globales de sus trabajadores. Y sin duda
alguna, también integra la idea central de producción que no comprometa las
capacidades de generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
Además, cabe citar que los ejes que sostienen el turismo sustentable son: El Eje
Económico, Ambiental, Social y el eje Cultural.
La inevitable pregunta que uno se puede formular hoy es ¿cuánto
se toman en serio las empresas turísticas su responsabilidad social?, ¿Los
turistas, reconocen el mérito de ser respetuosos medioambientalmente de su
propio recorrido?
El punto, es que la gestión moderna de las empresas, a nivel
global e incluido el turismo, deben corregir la brecha existente, respecto de integrar
más procesos limpios, sacar por costosos que resulten, sus procesos contaminantes,
procurando respetar y cuidar los recursos naturales, así como los aspectos
sociales intrínsecos de respeto a sus steakholders.
El desafío, es que sin duda alguna queda mucho espacio de
mejora, tanto para los viajeros como para los actores comerciales, de modo de
construir una cultura global (La
dimensión sistémica de la sustentabilidad permite generar prácticas globales)
que validen al turismo ecológico.
Viajar, aprender sin tener que dar cuenta del proceso, sino
únicamente vivirlo, es refrescante, es un deseo que cada vez crece más y más en
el mundo moderno. Es para muchos, la oportunidad a bajar la guardia, a
escucharnos en nuestro divagar, a retomar contacto con nuestra experiencia de
vida desde una compresión del mérito y valor del ocio, es una instancia de
expansión gratificante y de nuevos sentidos a nuestro camino como seres
humanos, pero hacerlo pensando en lo valioso y necesario que este sea
sustentable, es en definitiva, un reto complejo; al que no podemos desde ningún
punto de vista renunciar, es más; este es el desafío que el turismo como
actividad y quienes lo consumimos, debemos promover y materializar, en este
etapa del siglo XXI.