Las democracias requieren mejorar
sus procesos de información y lo relevante es que es posible hacerlo. De modo que, quienes votan a
un candidato, puedan hacerlo desde la información, con los antecedentes más
relevantes que permitan juzgar, sobre la base de la evaluación más objetiva
posible, si hay consistencia en su discurso,
y si su comportamiento general y en el tiempo, es un genuino aval de lo que plantea en su proyecto o programa
como candidato o si por el contrario, no hay mucho que ofrecer y en
consecuencia que esperar.
El principio, que sigue rigiendo,
a muchos procesos eleccionarios contemporáneos, a nivel global, es el de
conseguir la saturación del espacio público, rentabilizar la exposición pública
previa a la candidatura, no importa desde donde proceda, si el candidato es un ex
deportista, un actor, o un político de profesión, en general resulta
irrelevante el campo desde dónde viene, y los atributos de valor que en él o ella
se reconocen. Sin duda, que sea conocido públicamente, contribuye a que la
recordación que existe sobre esa persona, se pueda convertir en un factor
positivo, a la hora de elegir un candidato.
En general, y a pesar del terreno
ganado por los medios digitales, en distintas campañas en el mundo, y de las
prácticas y soportes consolidados utilizados para estos procesos, el problema sigue siendo, que cuando las
personas llegan a la urna y debe votar, su elección, o mejor dicho, las razones
de porqué elige una opción por sobre otra, es en un amplio espectro, más por
impresiones que por datos duros. De hecho, si se encuestara en cualquier proceso
eleccionario de cualquier latitud, el grado de conocimiento y las razones de
porqué las personas apoyan a un candidato por sobre otro, se apreciaría lo superficial y mal resuelto que está resultando
informar adecuadamente a las personas para estos propósitos.
Estamos hablando de un terreno
muy frágil, con un enorme espacio para construir mejoras. Más allá de qué pase
en cada proceso eleccionario, una
democracia se fortalecerá, si es capaz de entregar herramientas que permitan a
candidatos y electores, establecer un espacio de transferencia y de información
con visibilidad, con input´s de valor, con información posible de parametrizar,
de modo que las autoridades de cada país, puedan responsablemente aportar al
proceso de informar a las audiencias y con ello, fortalecer el proceso y
selección de candidatos.
La pregunta que surge es cómo
hacerlo y qué se debe hacer. La respuesta, se compone de distintas acciones
fundada en ejercicios a evaluar, tanto en su diseño como en su proceso de implementación. Creo que se debe establecer
qué necesitamos saber de un candidato, como se sugirió establecer información relativa a su experiencia, su
formación, su conducta ética, su mirada sistémica de la sociedad, su mirada de
futuro. Respecto de su programa de trabajo, y de sus compromisos declarados, en
caso de ser un político con oficio, qué cumplió y qué no, qué porcentaje de sus
promesas fueron cumplidas y qué porcentaje quedó sin empezar o concluir como había
sido comprometido.
Pienso que el emisor de esta
información es la autoridad, Gobierno Central
o Ejecutivo, pues ellos deben ser los garantes de que estas condiciones se
cumplan. Por lo tanto, es fundamental evaluar diseños de usabilidad y alternativas como un
portal o web de cada gobierno, que disponga y que permita saber quiénes se presentan, qué
distrito o espacio es de su competencia jurisdiccional, qué declaran u ofertan respecto
de su proyecto político, cómo es su
historial de cumplimiento y si sus
atributos de valor para desarrollar el desafío propuesto se aprecian como
factores que se riñen o permeabilizan el potencial cumplimiento de su apuesta
programática.
En definitiva, es posible reducir
las brechas de información y los criterios de valor a informar en los procesos
eleccionarios, ello en definitiva, fortalecerá el proceso de elección de cada
lugar donde este se ejerza, y empoderará, a los electores para escoger de un
modo más informado, que es en definitiva, lo que se debiera esperar para estos
procesos, en la era del conocimiento.
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