Resulta muy interesante apreciar
el rol de observadores privilegiados, conscientes o no, que nos ha tocado jugar en los distintos
estadios de desarrollo comunicacional, en los últimos 70 ó 60 años, ya que
hemos tenidos las más impactante apariciones de distintos medios de
comunicación social, fundados en nuevos diseños, tecnologías, usos e impactos a
nivel global.
Sólo como una pincelada del pasado, muchos se reirían si releyeran lo
sucedido, respecto del comportamiento de las audiencias, del notable ejercicio
radiofónico, en formato de noticiero, basado en la novela: “La Guerra de Los Mundos” de Herbert George Wells,
adaptada y transmitida, 40 años después de su creación, en octubre de
1938; por el destacado y versátil artista
norteamericano G. Orson Welles, logrando generar una reacción de pánico social
en la audiencia de la época, la que alcanzó a casi todo USA. La interpretación
que ha prevalecido a través del tiempo, a esta experiencia de masas, sin duda,
se relaciona con la ingenuidad de las audiencias.
Luego, en la década de los 50 y 60, emerge un medio de mayor potencia,
la televisión, el que muchos críticos se atrevieron a premonizar como el medio
que acabaría con la industria radiofónica. Aunque, para ser justos, la prensa
escrita sugirió lo mismo de la radio, y mirado con perspectiva histórica, nada
sucedió, y si miramos algo más actualizado, la TV cable no terminó con la TV
abierta, y las plataformas digitales, tampoco eliminarán a los medios
tradicionales.
Lo rescatable de estos procesos y sus interpretaciones históricas, es
que más allá de si el modelo explicativo del impacto de los medios de
comunicación social es carácter “hipodérmico” como se denominó al primer modelo
teórico, respecto de cómo influían los medios de comunicación social, en
especial la TV, en las audiencias, o de versiones más actualizadas e
integradores como el modelo de interpretación comunicacional de Melvin de Fleur y Sandra Ball-Rokeach. Los medios de comunicación social, y en particular la televisión
abierta, están transmitiendo contenidos, muy pobres, lo que denominan como de
entretención: farándula, concursos en diversos formatos, teleseries o
telenovelas, reality´s, etc.
La TV paga, en cambio tiene opciones segmentadas,
con parrillas muy variadas y para quienes lo deseen, programas de extraordinaria
calidad en diversos formatos. El problema, es que si bien, las tendencias de
penetración de la industria de operadores de cable en Latino América, tiene una curva
anual de crecimiento, este sigue siendo un servicio que en defintiva, no todos
pueden pagar.
De hecho, quienes tienen mejores condiciones de
ingresos, pueden acceder a la cultura que sintonice mejor con sus opciones, en
cambio los segmentos más marginados, de menores recursos, en toda América
Central y del Sur, tienen menos alternativas de acceso, a educación de calidad,
oferta cultural, viajes, música, teatro, conferencistas, turismo, etc. Esto en
definitiva plantea un problema y un desafío, en particular para los canales de
TV abiertos, pues ellos son quienes pueden democratizar el acceso a contenidos
de mayor valor, para quienes no tienen los recursos para comprar en el último
de los casos, el pago mensual de la TV cable.
La existencia de los medios de
comunicación masivos, resulta de gran importancia para distintos objetivos a
nivel social, pero el acceso a áreas del desarrollo humano de mayor
elaboración, conciertos, teatro, de contenidos de investigación, incluso de
transparencia y fiscalización periodística, es un aspecto relevante, en la
perspectiva de ofrecer contenidos de calidad a riesgo de hacer menos sólida la
proyección comercial semestral o anual de inversión publicitaria. Las personas
de menos recursos, han demostrado, en innumerables oportunidades, en distintos
mercados, que cuando se informa adecuadamente, con la antelación correcta,
sobre la presencia, de incluso un “Tenor de fama mundial” en un espectáculo clásico,
la respuesta de rating es buena, y finalmente estimulante para las expectativas
de visualización y contacto que tanto aversión suponen pueda ahuyentar a los avisadores.