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Cuándo es el tiempo o el momento, de poner límites a las circunstancias que nos toca vivir y nos adormecen en nuestra compresión y responsabilidad de separar lo qué está bien de qué está mal y actuar conforme a lo que resulta mejor para nosotros y la sociedad.
La predisposición a Negociar Blando, en la perspectiva y
tradición de Roger Fisher y William Ury de la Escuela de Negociación de Hardvard, es sin duda un modo, una alternativa de vincularnos con nuestro contexto, de
entender y discrepar de la dirección de los acontecimientos públicos y sociales, pero a
distancia, en el anonimato, aceptando que en el orden y aproximación de muchos ámbitos del qué
hacer social, sólo algunos personajes o líderes de opinión, en la mayoría de los casos los de siempre, puedan declarar e intervenir públicamente sus
idearios. Aunque estos se riñan con algunas zonas de la esfera y dimensión ética, o con un proceder en la ecuanimidad
y no pocas veces, con nuestro asombro ante la falta de comprensión de cómo enfrentar los conflictos
y contradicciones sociales, y las necesidades de evolucionar a la altura de los
desafíos que cada país y sociedad deba
asumir.
Este preámbulo, me permite referirme al cómo enfrentar nuestro asombro a las declaraciones y acciones que cada actor político
y líder de opinión se permite instalar, no importando muchas veces, el lugar, la verdad ni el bien común. Cómo si estos, por el hecho de
tener tribuna, se constituyen en una verdadera necesidad de que la sociedad lo haga suyo y se
haga parte de ese diagnóstico, a pesar de que no pocas veces, suele
reflejarse en las encuestas, lo que las personas anónimas genuinamente piensan, evidenciando de algún modo, el desacuerdo de la sociedad con el proceder de los agentes públicos: políticos
y autoridades en sus más diversos niveles.
En esta perspectiva hay dos
aspectos que me invocan a cuestionar y revisar el acontecer público. Uno en lo
que refiere al desgaste de quienes ejercen la actividad política y que muchos
utilizan el eufemismo de “clase” política. Es esta perspectiva, lo que debemos
cuestionar es ¿porqué y para qué se busca el poder? La sociedad chilena, como muchas otras, observa
cómo distintas coaliciones políticas declaran a nivel público, el valor y proceder de algunos
candidatos como eternos presidenciables y en ello, como se acercan o alejan
las posibilidades de llegar al poder.
La pregunta es para qué, acaso no debieran enfocarse en hacer los diagnósticos respecto de qué pasa en la sociedad, cuáles son los desafíos más relevantes que hoy tenemos y cómo sugieren resolverlos. O como indica el rector Carlos Peña: “…es necesario saber qué es realmente provechoso para la comunidad…”.
La pregunta es para qué, acaso no debieran enfocarse en hacer los diagnósticos respecto de qué pasa en la sociedad, cuáles son los desafíos más relevantes que hoy tenemos y cómo sugieren resolverlos. O como indica el rector Carlos Peña: “…es necesario saber qué es realmente provechoso para la comunidad…”.
Michel Foucault en Estrategias de Poder, a este respecto, señala: “…La verdadera tarea política en una
sociedad como la nuestra, me parece que es criticar el juego de las
instituciones…”, luego agrega: “…el
poder cuenta con centros y puntos de apoyo invisibles, poco conocidos; su
verdadera resistencia, su verdadera solidez se encuentra quizás allí donde no
se piensa. Quizás no baste decir que, tras los gobiernos, tras el aparato del
Estado se encuentra la clase dominante; es preciso situar los puntos de la
actividad, los lugares y las formas bajos las cuales se ejerce esta dominación…”.
De ese modo, lo que se observa son las lógicas que están detrás de quiénes
promueven a un candidato o agente político, su agenda y sus posiciones.
Es decir el poder, ciertamente se sustenta no sólo en las ideas dominantes, sino en las clases e intereses que las promueven y en esa perspectiva los eternos candidatos o agentes políticos con mejor evaluación pública son sus abanderados.
Es decir el poder, ciertamente se sustenta no sólo en las ideas dominantes, sino en las clases e intereses que las promueven y en esa perspectiva los eternos candidatos o agentes políticos con mejor evaluación pública son sus abanderados.
El segundo elemento que me hace
reflexionar sobre las lógicas que a la sociedad del conocimiento debiera
integrar de un modo transversalmente público en su análisis, se relaciona con un
hecho fundamental, lo qué necesitamos como sociedad son diagnósticos lúcidos a los problemas y a los procesos de cambio que
estos problemas promueven. Y naturalmente la forma de trabajar para construir
por complejo que resulte, las soluciones que esperamos emerjan como resultado de
las intervenciones y cambios instalados.
Hans Eben señaló: “…El mundo requiere
una vacuna urgente contra la falta de confianza entre los agentes políticos, económicos
y sociales…”. El mundo vive en condiciones de cambio estructural, esto no sólo se
refleja en los mercados, en el mundo del conocimiento, en la conectividad y
capacidad de producción, sino en cómo nos relacionamos todos los ciudadanos con
estos nuevos paradigmas y vuelve a precisar:
“…es justamente en esta transición en donde la economía hoy crece más
rápido que la educación. Se está produciendo una brecha tremenda en donde los
que van a ser capaces de surfear la ola que se nos viene encima son sólo el 5%.
El 20% va a poder capearla y el 75% se va a revolcar. Es ahí donde está la
frustración de una sociedad que vive con un alto nivel de ansiedad…”
El tipo de respuesta que debe emerger,
socialmente a este diagnóstico es fundamental, las protestas frente al
descontento social son y seguirán siendo una forma de ejercer una lógica de intervención
y cuestionamiento al poder político.
Las instituciones públicas funcionan frente a las anomalías y vacios como corresponde, pero la disrupción a una observación pasiva debe instalarse como una nueva forma de responsabilidad, donde nos hacemos parte de la solución: nuevos liderazgos, no sólo de nuevos actores sino de cómo se ejerce, nuevos y más emprendimientos para fortalecer las formas de producción y las ventajas competitivas de cada sociedad y cada mercado y la actitud proactiva de cada ciudadano a esforzarse de un modo estratégico en hacer su mejor desempeño, y eso implica no aceptar que la vida, su propia existencia sea presa de la incertidumbre y la velocidad del cambio.
Las instituciones públicas funcionan frente a las anomalías y vacios como corresponde, pero la disrupción a una observación pasiva debe instalarse como una nueva forma de responsabilidad, donde nos hacemos parte de la solución: nuevos liderazgos, no sólo de nuevos actores sino de cómo se ejerce, nuevos y más emprendimientos para fortalecer las formas de producción y las ventajas competitivas de cada sociedad y cada mercado y la actitud proactiva de cada ciudadano a esforzarse de un modo estratégico en hacer su mejor desempeño, y eso implica no aceptar que la vida, su propia existencia sea presa de la incertidumbre y la velocidad del cambio.
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